Dolarización en Venezuela
¿Conviene
o no dolarizar la economía venezolana? La respuesta a esa pregunta no es fácil
ni puede ser concluyente, ya que su implementación tendría ventajas, pero
también acarrearía problemas y dificultades difíciles de manejar o solventar.
Empecemos por decir que la dolarización es la sustitución total de la moneda
local por una divisa extranjera, el dólar norteamericano en este caso, como
moneda de curso legal, sustituyéndola en todas sus funciones, es decir, como
unidad de cuenta, como reserva de valor, y como medio de pago de todas las
transacciones, tanto públicas como privadas.
Entre
las ventajas de la dolarización estarían: la moderación de la inflación en el
tiempo, la reducción de la incertidumbre cambiaria y de las expectativas de
devaluaciones súbitas, la eliminación de la posibilidad de financiamiento de
gasto público deficitario por el Banco Central y la creación de condiciones
propicias para el estímulo de la inversión y la generación de confianza. Entre
las desventajas se podrían mencionar: la severa limitación para implementar
políticas monetarias; la minimización de las posibilidades del Banco Central de
actuar como prestamista de última instancia, limitándole la facultad de
otorgarle auxilio financiero a la banca; la imposibilidad de aplicar medidas de
política cambiaria para afrontar problemas de deterioro de balanza de pagos; y
la pérdida del señoraje, es decir, el derecho o la posibilidad del gobernante
de emitir dinero, lo cual le genera un ingreso pues le permite a quien lo emite
adquirir activos con esos medios de pago. No obstante, para muchos este último
perjuicio es más bien una ventaja de la dolarización, pues limita las
posibilidades a los gobernantes de crear dinero en cantidades excesivas, lo
cual genera inflación.
Los
que promueven la dolarización argumentan que ese es el medio más efectivo para
evitar el manejo irresponsable de las políticas económicas, pues le impone a
los gobernantes una serie de limitaciones y prohibiciones que les impide
devaluar la moneda, u obligar a los bancos centrales a financiar gasto público
deficitario con fines políticos, clientelares o de enriquecimiento ilícito.
Para ellos, la dolarización es la forma más eficiente de acabar con el flagelo
de la inflación, la corrupción, y preservar el valor de la moneda, de las
remuneraciones y del patrimonio de las personas.
Sin
embargo, la dolarización no fuerza ni asegura la disciplina fiscal, pudiéndose
generar déficits públicos recurrentes y crecientes, bien sea por la caída de
los ingresos, por aumentos de los gastos, o por la combinación de ambos,
déficits que son financiados con préstamos locales o externos. Incluso, después
de agotarse esa fuente de financiamiento, los gobernantes podrían incurrir en
prácticas irresponsables, como la emisión de obligaciones gubernamentales a ser
adquiridas por los bancos de forma conminatoria con sus fondos de reserva. Para
ello se podrían modificar las reglamentaciones financieras, permitiendo que los
encajes bancarios y otros recursos de reserva sean mantenidos indistintamente
en dólares o en papeles del Estado.
Otro
de los problemas de la dolarización es la total dependencia de la dinámica
cambiaria de la moneda norteamericana en los mercados internacionales. El
fortalecimiento del dólar, como el que se ha estado produciendo recientemente,
implica pérdida de la capacidad competitiva del sector productivo local de
bienes transables, limitando sus exportaciones y estimulando las importaciones.
Igualmente, en economías altamente dependientes de la exportación de
commodities, como es el caso de Venezuela, y en menor grado de otras economías
de la región, la dolarización incrementa su vulnerabilidad a caídas en los
precios de esos productos, no pudiendo afrontarse estas situaciones a través de
ajustes del tipo de cambio.
Por
todo lo anterior, es válido que nos preguntemos si le conviene o no la
dolarización a Venezuela. Eso lo trataremos de contestar en nuestro próximo
artículo.
Conviene o no dolarizar la economía
Nos
preguntábamos en el artículo anterior si a Venezuela le conviene o no dolarizar
su economía. Para responder esa interrogante hay que tener presente, entre
muchas cosas, su alta dependencia del ingreso petrolero, su escasa
diversificación productiva y exportadora, y sus graves problemas de
desequilibrios macroeconómicos, altísima y creciente inflación, recesión,
escasez, bajas reservas externas, empobrecimiento, alta dependencia del
suministro externo, deterioro laboral y menor calidad de vida, calamidades que
se han agravado por el reciente desplome de los precios petroleros.
Por
ello, la primera prioridad que hoy existe es la implementación de un complejo
plan de ajuste orientado a afrontar esas adversidades con el fin de sanear la
economía, plan que tendrá que incluir, entre muchas otras cosas, una profunda
corrección cambiaria. Ese ajuste, inevitablemente, acarreará grandes
sacrificios, pero su implementación será una necesidad para poner la casa en
orden, condición de base para poder enrumbar al país en la senda del desarrollo
sustentable. Ese nuevo rumbo debe buscar, entre sus objetivos básicos, la
mejora en la calidad de vida y la inclusión social, para lo cual es necesario
preservar los equilibrios macroeconómicos, reducir la dependencia de la renta
petrolera, y diversificar la economía. Eso, a su vez, exige la
reinstitucionalización del país, la preservación del Estado de Derecho, la
división e independencia de los poderes públicos, la existencia de reglas de
juego claras, creíbles y sustentables, y el manejo responsable de la cosa
pública.
De
implantarse la dolarización, después del impactante ajuste de precios causado
por la devaluación inicial implícita en la conversión monetaria, en los años
subsiguientes la inflación cedería notoriamente, pero muy probablemente se
mantendría por encima del promedio global y de la del mundo industrializado, lo
cual minaría la competitividad de las industrias locales, dificultando la
diversificación productiva y de exportaciones, al no poder utilizarse el
mecanismo cambiario con el fin de coadyuvar a mantener aquella competitividad.
Igualmente,
la vulnerabilidad de la economía a bajos precios petroleros, o a sus caídas
abruptas, sería mucho mayor en un esquema de dolarización, al no existir la
posibilidad de implementar medidas cambiarias y monetarias que mitiguen los
efectos de aquella adversidad petrolera. Las menores exportaciones generarían
una estrechez de liquidez, mayores tasas de interés y reducción de los ingresos
del sector público, generando o agravando desequilibrios fiscales, monetarios y
financieros, así como efectos recesivos en la economía. Ante la imposibilidad
de aplicar correctivos monetarios y cambiarios, y no contarse con abundantes
fondos de estabilización previamente acumulados, las autoridades seguramente
optarían por la expansión del gasto público deficitario y la busca de
financiamiento externo, y eventualmente por la emisión de obligaciones a ser
adquiridas conminatoriamente por los bancos con sus fondos de reserva. Ello,
combinado con la pérdida de depósitos debido a la fuga de capitales producida
por el deterioro de las expectativas, y con el aumento de la morosidad de la
cartera de créditos debido a las mayores tasas de interés, podría poner a la
banca en una situación muy difícil, máxime si esta no puede acceder al auxilio
financiero del banco central.
Como
se ve, las rigideces generadas por la dolarización podrían obstaculizar el
logro de la diversificación económica, la disminución del rentismo petrolero y
el desarrollo sustentable. Por ello creo que una vía mucho más conveniente y
efectiva es la que ha sido seguida por otros países de la región, que han
abatido severos problemas inflacionarios, han saneado sus economías y están en
mejores condiciones de afrontar las adversidades externas, sin caer en las
rigideces de la dolarización, de la cual es muy difícil o casi imposible salir,
una vez que esta se adopta.
Comentarios sobre la dolarización
Mis
dos últimos artículos sobre una eventual dolarización en Venezuela generaron
múltiples reacciones entre mis lectores, varias en apoyo a su implementación.
Comento sobre algunas de ellas. Coincido plenamente, como lo dije en mis
artículos, que entre los pro de la dolarización está la creación de confianza,
la cual es condición de base para generar un clima favorable a la inversión y a
la entrada de capitales. También pienso que si se quiere aplicar exitosamente
un plan de desarrollo sustentable, con visión de largo plazo, es fundamental la
seriedad de la dirigencia política y gubernamental, el buen manejo de la cosa pública,
y su compromiso con el proyecto de desarrollo que se escoja.
Sin
embargo, no creo que aquella confianza y buen comportamiento de la dirigencia
política solo se logra a través de la imposición de rigideces como las que crea
la dolarización. En países latinoamericanos que sufrieron situaciones caóticas,
con inflaciones descomunales y colapsos económicos, en buena medida debido a la
irresponsabilidad de sus gobernantes, como fue el caso del Perú durante el
primer gobierno de García, la dirigencia política tomó consciencia de la
necesidad de cambiar, enseriarse y hacer las cosas de otra manera, creando un
clima de credibilidad y confianza entre los inversionistas y los ciudadanos en
general, estableciéndose así las condiciones para la preservación y el éxito de
un plan de desarrollo sustentable. Chile es otro ejemplo. Después de 12 años de
problemas y fracasos en su economía durante el período de Pinochet, en 1985 se
enrumbaron por el camino correcto, y cuando regresó la democracia pocos años
después, los dirigentes políticos, de derecha, centro e izquierda, acordaron
que había que continuar con esa política de desarrollo, independientemente de
quien estuviera en el poder. Y tuvieron éxito, y retornaron muchos de los
chilenos que habían emigrado por largos años huyendo de la dictadura. Esas
experiencias exitosas, al igual que la de Colombia y otros países, se lograron
con dificultades, pero sin dolarizar esas economías, preservando la capacidad
de acción para afrontar situaciones de choques externos. De allí que, si las
dirigencias políticas de otros países lo han hecho, ¿por qué pensar que una vez
superado el caos que tenemos, los líderes políticos que tendrán la
responsabilidad de dirigir la nación no podrán comprometerse seriamente a
enrumbar el país por la senda del desarrollo sustentable en las dédas por
venir?
El
otro punto es que el desarrollo sustentable que queremos para Venezuela exige,
como condición de base, el abatimiento del rentismo petrolero y la
diversificación de la producción y de las exportaciones, y por las razones ya
expuestas, creo que la dolarización dificulta y obstaculiza el logro de esos
objetivos. Es más, en países como el nuestro, altamente dependientes de la
exportación de commodities, una caída súbita de los precios de esos productos
básicos podría poner en jaque a sus gobiernos en caso de estar dolarizados,
pues, al no contar con varios instrumentos de política monetaria y cambiaria,
casi que la única opción que tendrían es aumentar los aranceles de importación
para afrontar el déficit externo (lo cual equivale a una devaluación de facto),
y restringir el gasto público ante la caída de ingresos, generando recesión y
desempleo. Si se quieren evitar estas últimas consecuencias a través del
mantenimiento del gasto, los crecientes déficits fiscales elevarían la deuda
pública, pudiendo llevar a la emisión de obligaciones gubernamentales a ser
adquiridas conminatoriamente por los bancos con sus fondos de reserva,
debilitando a esas instituciones tan fundamentales en un sistema dolarizado.
Por eso, muchos están preocupados por el futuro de la economía ecuatoriana de
mantenerse los bajos precios petroleros.
La
dolarización no es la panacea. Hay que analizar los pro y los contra de las
opciones de política económica existentes, con el fin de escoger el camino más
idóneo a seguir.
palma.pa1@gmail.com
@palmapedroa
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