El mejor pabellón es el de mi mamá
Ayer, por celebrarse el Día de las Madres, visité a la mía quien por cierto cumplió 95 años. Me enterneció verla en la batea lavando la ropa de mis hijos, con el último y desgastado jabón azul que compró luego de haber pasado 3 horas haciendo cola. Traía puesta su batica raída de flores grises, llena con zurcidos de diferentes tamaños. Verla así me partió el alma. –¡Mamá! ¡Deje eso!– dije indignado. Y en un ataque de consideración la abracé y añadí –¡Vieja, hoy vamos a celebrar su día! Hoy no lavará la ropa de mis hijos, sólo mis camisas. Eso sí, me las plancha con cariño y le pone almidón, como siempre. Y cuando termine, no solamente la dejaré ver su novela española, sino que además le daré una gran sorpresa. –¿Cuál, mijo? –respondió con tremulita voz. –Resulta que por Twitter me enteré de que llegaron caraotas negras al mercado de San Martín. Así que entre mis hermanos, unos amigos y yo, hicimos una vaca y este año en lugar de matarse la vida preparando un sancocho, ¡nos va a