Por qué es bueno aburrirse
¿Desde cuándo nos aburrimos? A la hora de buscar los orígenes del
hastío, algunos historiadores lo sitúan en la sociedad moderna, e
incluso sugieren que el término aparece por primera vez en la novela
de Dickens Casa desolada (1853). Pero el aburrimiento es sin duda
anterior, y ha sido definido con otras palabras, como tedio, hastío o
acedia. Cuán anterior es difícil precisarlo.
Autores tan diversos como Kierkegaard, Alberto Moravia, Immanuel Kant
y Robert Nisbet afirmaron, cada uno a su manera, que Adán y Eva
dejaron de aburrirse cuando Dios los expulsó del Paraíso Terrenal,
porque ¿qué hay más aburrido que un lugar donde todas las preguntas,
inquietudes y necesidades están ya resueltas y el futuro se ve como un
horizonte infinito de monótona felicidad? Desde el momento en que
tuvieron que preocuparse por algo tan esencial como sobrevivir, el
tedio desapareció, desplazado por las necesidades más urgentes.
Según ese razonamiento, y en un plano ya más ajustado a la evi