Gracias, López Silvero

IGNACIO SERRANO


Hay un mueble fascinante en la casa paterna, al que debemos en parte nuestra adoración por el beisbol. Es uno de esos antiguos radios marca Garrard que, hace medio siglo, eran comunes en los hogares de la clase trabajadora: un arcón de madera, con dos cornetas revestidas por un cuidado tejido de pajilla y nylon, por donde salía el sonido de amplitud modulada, de la onda corta y de los discos de 33, 45 o 78 revoluciones por minuto.


En ese aparato escuchó este columnista la voz de Gonzalo López Silvero por primera vez.

A los 9 años de edad, sin un transistor que esconder debajo de la almohada, nos sentábamos después de cenar a escuchar los juegos de pelota durante un rato, antes de dormir.

No nos quedábamos en un solo circuito, a pesar de que nuestro corazón beisbolero ya tenía dueño. Pasábamos de un extremo del dial al otro, para gozar del relato de quienes comenzábamos a admirar.

Felo Ramírez y Leo Nazar formaban una dupla brillante en el circuito del Magallanes. Delio Amado León nos emocionaba con su relato del Caracas. El Musiú Lacavalerie y Tom González eran una delicia en la transmisión de los Tiburones. Alfonso Saer dictaba cátedra con los Cardenales. Arturo Celestino Álvarez nos entretenía con su descripción de las Águilas.

Hasta que un día, en Radio Visión, si la memoria no nos traiciona, oímos a López Silvero con los Tigres, recibiendo el pase del gran Foción Serrano.

López Silvero tenía más de una década en Venezuela. Había llegado de Cuba con escala en Puerto Rico, como tantos otros que salieron de la isla cargando con sus sueños y dejando su corazón. Pero en 1976, el niño que era este cronista no lo sabía; apenas estaba llegando a los diamantes, para empezar su propia historia de amor.

La inconfundible voz de López Silvero acompañó la fascinación de ver el Veterans Stadium por primera vez a través de nuestro pequeño televisor en blanco y negro, durante la transmisión del Juego de Estrellas de aquel año.

Con él como acompañante seguimos a David Concepción durante el fulgurante paso de los Rojos por los playoffs, hasta barrer con los Yanquis en la Serie Mundial.

Es imposible describir lo que uno sentía al ver un parque de Grandes Ligas desde la toma cenital del célebre dirigible de Goodyear. Imposible expresar la ansiedad con la que aguardábamos a que comenzara la transmisión de Juego de la Semana, aun sabiendo que se trataba de un choque grabado el día anterior.

Así, crecimos con la ilusión de estar algún día en esos parques. Jugábamos en los Criollitos y aprendíamos con “Así se juega el beisbol”, cada fin de semana, viendo Deportivas Venevisión.

Inolvidable aquella sección donde López Silvero entrevistaba a grandes peloteros sobre los secretos que luego tratábamos de poner en práctica, cuando saltábamos a nuestro propio campo de los sueños.

Nunca jugamos en las mayores. Pero la vida nos regaló el placer de convertirnos en colegas de aquellas leyendas que escuchábamos absortos en la casa paterna, esas voces vibrantes y admiradas a las que fuimos conociendo, una a una.

López Silvero sigue siendo una de las más entrañables, aunque ahora que se ha ido, la sonrisa de esta remembranza se aprieta contra la nostalgia de las páginas que hoy nos hace releer.

Gracias, Gonzalo. Gracias por haber hecho más feliz nuestra niñez.


Excelente artículo, pero yo le agregaría la participación de López Silvero en la transmisión en vivo del premio Oscar, donde hacía gala de la traducción simultánea. Esas transmisiones llenas de ese acento cubano-estadounidense son un clásico sin duda.  




Twitter: @IgnacioSerrano | www.elemergente.com

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