La juventud a cambio de 35 millones de libros vendidos



Antes ha sido una especie de gnomo con gorro y botas; ahora es un río con un par de meandros que desciende de unas altas y nevadas montañas y que cruza frondosos bosques… Christopher Paolini (Los Ángeles, EEUU, 1983) se entretiene así en las entrevistas, dibujando en una libreta, a pluma o rotulador negro, desde detalladísimos ojos de dragón a signos de su inventado lenguaje élfico. Y en las últimas páginas recopila autógrafos de famosos --nivel Tarantino por ejemplo, uno de los últimos--, que se va encontrando por esos mundos de Dios, los mismos donde ha vendido cerca de 35 millones de ejemplares (uno en España, entre castellano y catalán) de su tetralogía fantástica que, en principio, acaba de cerrar con Legado (Roca). Una serie que arrancó en 2002 con Eragon, con la que consiguió desbancar a Harry Potter en Estados Unidos y -eso dice la leyenda- con un ejemplar de su primera edición superar en una subasta de e-bay una de El hobbit de su modélico J.R.R.Tolkien.

Barbilampiño, gafitas metálicas redondas, enjuto pero atlético, un punto de timidez desconfiada, la enseñanza recibida en casa por su madre (maestra devota del método Montessori que nunca le llevó a escuela) ha dado un joven detallista y educado pero parco en palabras, gestos y, se intuye, en sentimientos, peajes quizá de una maduración antes de tiempo.

Pregunta. Empezó esta saga con 15 años y la ha acabado con 27. ¿Cómo ha podido mantener la inocencia y el tono inevitables del mundo juvenil que demandaba la serie?

Respuesta. Esta última entrega es la que más dificultades personales y profesionales me ha conllevado, pero esa preocupación la detecté en la tercera entrega [Brisingr] donde ya no traté tanto a los lectores como niños; siempre he buscado subvertir el mundo de buenos y malos y en los dos últimos libros he acentuado eso. Mis úrgalos pasarían por malos pero acaban aliados con Eragon… Esas son las cosas que critico de Tolkien, por ejemplo, la predestinación de los personajes: quien nace troll muere troll y muere como malo, claro, no hay estadios intermedios. Creo que no es bueno que los niños vean el mundo como malos o buenos, que las cosas no vayan a cambiar nunca. Creo y espero que los lectores hayan crecido conmigo.

P. Usted sí ha crecido como escritor: sus personajes son cada vez más ricos en matices, en lo formal han desaparecido muchos adverbios…


R. Es que al final es como tocar un instrumento: he estado escribiendo ininterrumpidamente casi 13 años, a tiempo completo, una situación que solo suele darse cuando uno está a finales de los 20 o de los 30 años; yo, desde que tengo 14, estoy ahí…Salí un poco encogido por la idea original pero creo que he encontrado mi propia voz; éste es mi mejor libro, seguro: técnicamente he aprendido a vincular diálogos, hacer entrar o salir a un personaje de escena y de contexto… Sí, creo que poseo ya otra voz, por eso quiero escribir algo nuevo; tengo entre 20 y 30 novelas pensadas y estructuradas…

P. ¿Dentro del ciclo de El Legado o abrirá otro mundo o quizá saltará a la literatura ya para adultos?

R. Es cierto que he dejado preguntas sin resolver, como ocurre con la vida misma, y siempre hay la posibilidad de un quinto libro: llevo 14 años trabajando con esos personajes y ese mundo y es difícil deshacerse de ellos; creo que al final los lectores mayores han disfrutado más del fenómeno que los más jóvenes… El gran reto será ver si se da la transición de lectores de Eragon a lectores de Paolini; en cualquier caso, la ciencia-ficción y la fantasía son mis géneros favoritos y tienen mucha salida, cualquier historia puede contarse desde ellos. Creo que iremos por la ciencia-ficción ahora…

P. El final de la tetralogía es muy moralizante; sorprende que eso tenga éxito en la juventud de hoy…


R.
Mis novelas, o también las de la serie Harry Potter o incluso la de Los juegos del hambre, no dejan de ser un retrato de un grupo de adolescentes que crecen y maduran y ganan poder; el corazón de muchas de esas tramas están en eso y en el sentido de la amistad… Los adolescentes se sienten más indefensos y sin un papel claro en esta sociedad, y estos libros les ayudan.

P. ¿Esa proyección implica que este tipo de literatura ayuda a mantener una especie de status quo social de la juventud?


R. No creo que por leer esos libros el joven acepte ya el mundo de los adultos; yo mismo, a pesar de leer todo eso y hasta escribirlo, había tenido la idea de irme de casa y buscarme la vida por otra parte. No, hay cosas más preocupantes en la literatura fantástica tipo Conan el Bárbaro o el propio El señor de los anillos y es cómo puede ser que a nadie le afecte la violencia y sus consecuencias: es totalmente irresponsable por parte de un autor olvidarse de eso; por no hablar del uso indiscriminado de la magia y lo prodigioso en el supuesto mundo real: ¿se imagina que la Bolsa funcionara por una especie de sortilegios? Eso son temas que de algún modo estarán en mis próximos libros.

Mis novelas, o también las de la serie Harry Potter o incluso la de Los juegos del hambre, no dejan de ser un retrato de un grupo de adolescentes que crecen y maduran y ganan poder; el corazón de muchas de esas tramas están en eso y en el sentido de la amistad…

P. Sorprende la fe que tuvieron sus padres en usted, invirtiendo los ahorros en una primera autoedición del libro, o la suya, vendiendo ejemplares por las escuelas, disfrazado; o saber que en su casa de Montana no llegaba la señal de televisión. Son una familia muy particular.

R. Sin duda soy fruto de mis padres; mi madre ensayaba pequeños proyectos educativos con mi hermana y conmigo y, bueno, el pueblo cercano estaba a media hora de casa y lo de exponer a los niños a la televisión no es muy sano porque mucho de lo que emiten, y especialmente los anuncios, están pensados para el adoctrinamiento a través del engaño; tampoco teníamos videoconsolas… Sí, recibí una educación de calidad a pesar de no haber ido al colegio. De haber asistido lo hubiera quemado o hubiera tenido que ir sedado: me cuesta recibir órdenes de nadie; también es verdad que así me evité humillaciones de otros estudiantes… ¿Fe? No hablo de religión ni de política en mis entrevistas: siempre hay un lector que no está de acuerdo y no quiero tampoco marcar las lecturas de mis libros.

P. No creerá que ha construido un Eragon neutro en lo sociopolítico.


R. Eragon hace de algún modo reflexiones religiosas y políticas, claro, digamos que trabaja para la oposición al sistema, pero creo que si algo resume la saga es esa búsqueda para comprender en qué creen. Sé qué y cómo piensa Eragon, pero no voy a decírselo.

P. Cuando habla de sus lecturas hay mucha fantasía y ciencia ficción: Frank Herbert, Ursula K. Leguin… pero también habla de Ana Karenina.

R. Eso es influencia de mi madre, que adora la literatura clásica; Jane Austen, leída en voz alta es muy graciosa; ahora mismo estoy con Dickens… Ana Karenina la leí con 16 años y me afectó muchísimo: vi una profundidad psicológica en los personajes como nunca antes, en cada momento se preguntan por qué están haciendo lo que hacen y en muchos casos eran preguntas y dudas reales que yo tenía. Y pensé que me gustaría intentar incorporarlo a mis obras. Hay tanto bueno por leer…

P. Por su precocidad y por su éxito, ¿no ha temido quemar etapas antes de tiempo o quemarse usted mismo?

R. Cuando estaba a punto de terminar la serie tuve esa sensación, sí… La culpa es del método y del planteamiento original, que por su intensidad no repetiré más. Ahora quiero tomarme un tiempo, iré a la playa a las Hawai y en el nuevo proyecto intentaré equilibrar más la balanza: se necesita vivir para escribir, si solo escribes te quedas sin ideas, hasta una frase corta se convierte en un reto. ¿Sabe? Tengo una lista con 164 libros por leer; me encanta aprender: me descargo cursos universitarios por Internet de todo, de ciencias, física… He seguido un curso de 30 sesiones sobre la Segunda Guerra Mundial…

P. Antes dijo que cada victoria tiene su precio, ¿cuál ha sido el de su éxito?

R. El tiempo, mi juventud; no he hecho cosas que sí han realizado la gente de mi edad; mientras estaban conociéndose e intercambiando experiencias personales y profesionales yo estaba frente a un ordenador, solo.

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