Del gulag a la hambruna





La muerte del último dictador estalinista, Kim Jong-il, deja tras de sí una herencia marcada por la crueldad y el hermetismo. Las torturas, las ejecuciones, así como las muertes por hambre y agotamiento en Corea del Norte han sido la orden del día durante los últimos 17 años en los que dirigió con mano de hierro su país. Los sucesivos informes de Amnistía Internacional publicados en la última década así lo atestiguan.

Hace apenas veinte días AI denunciaba la existencia de por lo menos seis campos de concentración en Corea del Norte, que albergarían a más de 200.000 prisioneros políticos: una cifra mayor que la población entera de San Sebastián. El mayor de ellos, Yodok, retiene a cerca de 50.000 personas: entre ellos hombres, mujeres y niños.

Otro informe, publicado en 2006 y encargado entre otros por el recientemente fallecido expresidente checo Václav Havel y el Premio Nobel de la Paz Eli Wiesel, daba a conocer datos aún más aterradores si cabe. Se hablaba de más de 400.000 personas muertas en las prisiones norcoreanas en los últimos 30 años. El documento también describía cómo los presos eran alimentados con raciones míseras, golpeados hasta que los globos oculares se les salían de las cuencas y encerrados durante meses en celdas solitarias en las que no se podían poner de pie.

En 2004 se supo por mediación de un antiguo jefe de seguridad de un campo de concentración que el régimen estaba llevando a cabo experimentos químicos en cámaras de gas con prisioneros políticos, según un reportaje emitido por la cadena de televisión británica BBC. Estos ensayos tuvieron lugar en el campo de concentración número 22, situado en Haengyong, cerca de la frontera con Rusia. El testimonio aseguraba que fue testigo de cómo se utilizó gas asfixiante con una familia entera en una cámara de gas construida con un techo de cristal para que los científicos pudieran observar mejor desde el exterior.

Un país famélico

Los desastres naturales y la mala gestión hundieron la economía de Corea del Norte a mediados de la década de 1990. Se estima que la hambruna que asoló entonces al país provocó entre varios cientos de miles y dos millones de muertos. Según la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO, en sus siglas en inglés) y el Programa Mundial de Alimentos (WPF) 5 millones de habitantes de Corea del Norte se enfrentan a una grave escasez de comida. El informe señala que Corea del Norte podría tener este año una carencia de 867.000 toneladas de cereales, pero el país sólo planea comprar 325.000 toneladas.

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