Los mineros de Atacama no tienen "dónde caerse muertos"
Pedro Cortés en los días posteriores a su rescate de la mina.-
Se lamentan de su situación un año después del accidente que casi les cuesta la vida
EFE - Copiapó
Tras el accidente que hace un año casi les cuesta la vida, los 33 mineros de Atacama han saltado a la fama y han podido recorrer mundo, pero la tragedia no les ha traído mayor fortuna y, pese a su hazaña, ahorase lamentan de su situación, según ha asegurado a la agencia Efe uno de ellos, a escasos tres días de la celebración de una misa con motivo del primer aniversario del derrumbe de la mina.
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"No tenemos dónde caernos muertos", afirma con rotundidad Pedro Cortés, que al hacer un diagnóstico de su situación actual, concluye con seriedad: "Todavía tengo problemas psicológicos, no puedo dormir, sigo con deudas y no tengo trabajo". Cortés, que con sus 26 años es de los más jóvenes del grupo, se muestra reacio a dar entrevistas porque no le gusta lo que los medios de comunicación dicen de ellos.
Le disgusta, especialmente, que se crea que se están aprovechando del Estado con la millonaria demanda que interpusieron por la supuesta negligencia a la hora de fiscalizar el yacimiento San José, que durante setenta días les mantuvo atrapados en sus entrañas. También le molesta que otros piensen que se han llenado los bolsillos con el relato de esta historia, de la que, por el momento, el mejor regalo que han recibido ha sido la posibilidad de visitar Estados Unidos, Grecia, Inglaterra o Israel. "Los viajes son lo único bueno, porque la unión familiar se perdió por el aspecto psicológico. Mis padres y mi hija no han tenido tratamiento, entonces todavía hay tensión, nos estresamos por cualquier cosa", explica Cortés.
Sobre la relación con sus compañeros, de la que se ha especulado mucho, Cortés considera que es "buena, igual como era antes". "No éramos los mejores amigos, pero seguimos como compañeros. Somos 33 mentes diferentes, 33 maneras de pensar diferentes", recuerda. Con ellos se volverá a encontrar este viernes, en una ceremonia ecuménica en una iglesia de Copiapó, a 800 kilómetros al norte de Santiago, en pleno desierto de Atacama, para recordar que hace un año la tragedia dio paso a la esperanza.
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