Cantinflas se fue pero no se fue


Cantinflas tenía un grupo de escritores de cabecera con los que elaboraba el guion en que estuviera trabajando. Pero sobre todo, recuerda su hijo Mario Moreno Ivanova, siempre se hacía acompañar por los actores, compañeros de plató que sabían qué hacer cuando en medio de la filmación surgiera la cantinfleada, el momento en que sin importar los diálogos ensayados el genio de Cantinflas aparecía. Lo que quizá nunca imaginó el actor, del que hoy se celebra el centenario de su nacimiento es que, como esos actores, todo un pueblo aprendería a cantinflear, y que él se convertiría en seña y explicación de uno de los rasgos más celebrados, y cuestionados, de la mexicanidad.

"No quería que hubiera menos ricos, sino menos pobres", dice su hijo

Él mismo dictó su epitafio: "Parece que se ha ido, pero no es cierto"
Mario Moreno Reyes, conocido mundialmente como Cantinflas, nació hace 100 años en un modesto hogar de la capital mexicana. Su padre era empleado postal, fue el sexto de 12 hermanos y su infancia transcurrió en uno de los barrios más pobres de la Ciudad de México: Tepito. A los 16 años, tras falsificar su fecha de nacimiento para hacerse pasar por adulto, ingresó en el Ejército, de donde salió cuando fue descubierta la trampa. Se dedicó entonces al boxeo amateur y también aprendió a torear, pero su destino estaba en las carpas, paupérrimo espectáculo teatral. Fue ahí donde en una ocasión olvidó su parlamento e improvisó. Alguien del público le gritó que hablaba como si hubiera bebido alcohol: "¿Para hablar así, en la cantina cuántas te inflas?". Inflar es una de las maneras coloquiales con las que en México se denomina a la borrachera, y de cantina e inflar nació el apodo del actor que adquiriría renombre internacional y lograría que su manera absurda de colar verdades o críticas en medio de farragosas frases fuera incluido en 1992 en el diccionario de la Real Academia.

El fallecido escritor mexicano Carlos Monsiváis, en una crónica incluida por Jordi Soler en el libro Los ídolos a nado, desmenuza el personaje de sombrero de pico, bigotes ralos, pantalones a media nalga y gastados zapatos creado por Cantinflas: "El pelado, el nombre asignado a los lumpen proletarios, el pelado, el que nada lleva y nada tiene, el carente de piel, el que nunca tuvo con qué cubrirse, el paria a quien el diminutivo reduce a su nivel exacto por inofensivo: el peladito... [que] entra a escena y el público se divierte de antemano ante el símbolo del porvenir clausurado para siempre".

Al final el peladito protagonizará 39 largometrajes, 7 cortometrajes y 3 películas internacionales. Entre esos filmes destacan Así es mi tierra (1936), Águila o sol (1937), Jengibre contra dinamita (1939), Cantinflas boxeador (1940), Cantinflas ruletero (1940), Ahí está el detalle (1940), Alrededor del mundo en 80 días (producida en Hollywood, filmada en 1956 y donde aparece con Luis Miguel Dominguín y Frank Sinatra, entre otros), El padrecito (1964), El barrendero (1981), El patrullero 777 (1977) y El profe (1970). Además de obras de teatro como Yo Colón, con la que se inauguró el Teatro de los Insurgentes, en cuya fachada el muralista Diego Rivera pintó a Cantinflas en medio de ricos y pobres, con una bolsa de dinero para repartir a los segundos.

"Si el trabajo fuera bueno, ya lo hubieran acaparado los ricos"

En su reciente ensayo sobre la mexicanidad denominado Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos, Jorge G. Castañeda asevera que "el ejemplo más extraordinario del mexicano que evade sistemáticamente la confrontación, tanto porque refleja indudables rasgos nacionales como porque se le identifica como el 'mexicano típico' es, por supuesto, Cantinflas".

Castañeda cita además al sociólogo Roger Bartra, quien establece que "el mensaje de Cantinflas es transparente: la miseria es un estado permanente de primitivismo estúpido que es necesario reivindicar en forma hilarante". En su libro La jaula de la melancolía, Bartra asegura que "la gran popularidad de Cantinflas se debe a que, con sus burlas, hace también una crítica de la injusticia social; por ejemplo, cuando le preguntan si el trabajo es cosa buena, contesta: 'Si fuera bueno, ya lo hubieran acaparado los ricos'. Pero es una crítica conformista que propone la huida y no la lucha, el escurrimiento y no la pelea. El mexicano se convierte en un maestro de las fintas y los albures. Se vuelve un ser torcido, alambicado, evasivo e indirecto". Bartra concluye: "El verbalismo confuso de Cantinflas no es una crítica de la demagogia de los políticos: es su legitimación".

El experto en cultura popular mexicana Ricardo Pérez Montfor apunta que habría que ver de qué Cantinflas se habla. Del "que surge en un momento de efervescencia política en los años treinta, cuando se están estructurando los elementos corporativos del Estado mexicano, y ahí es cuando ese hablar mucho y no decir nada se vuelve paráfrasis de la demagogia política del momento. Ahí Cantinflas sí representa un sentir popular en el que en el ámbito de la farándula, de manera agresiva, soez y alburera, se mofa de la ineficacia de los poderosos. Pero en la segunda etapa, Cantinflas se convierte en un portavoz del régimen. Es un artista vinculado al PRI, a la élite, el cómico institucional. En esa etapa rara vez hace referencia a situaciones de marginación, ve la pobreza como cosa inevitable a la que hay que dispensar caridad antes que reclamar justicia". Moreno Ivanova dice que alguna vez oyó decir a su padre que él no quería que hubiera "menos ricos, lo que no quiero es que haya más pobres. No le gustaban dádivas, sino crear oportunidades de trabajo".

Las celebraciones por el centenario de Cantinflas incluyen la edición de timbres postales con su imagen, la proyección de sus filmes (que se emiten de manera regular y permanente en la televisión abierta y de paga), una mega exposición de fotografías, la emisión de audios en el Metro, así como la publicación de libros sobre su obra.

En la crónica ya citada, Monsiváis narra el sepelio de Cantinflas, que falleció el 20 de abril de 1993 de un cáncer pulmonar. "El cortejo es extraordinario y culmina en el Panteón Español. Allí la gente deposita cartas sobre el féretro. La cremación dura tres horas. Muy pocos se van. Él dictó su epitafio: 'Parece que se ha ido, pero no es cierto'". Al ver hoy a miles de personas desfilar ante sus 126 fotografías de enorme formato expuestas en las rejas del Bosque de Chapultepec, en pleno paseo de la Reforma, parece que tuvo razón: se fue pero no se fue.

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