Sepulturas provisionales en Miami



Los restos de Carlos Andrés Pérez y Orlando Zapata reposan en cementerios de la ciudad de EE UU a la espera de una decisión judicial y de que Cuba sea libre

JUAN-JOSÉ FERNÁNDEZ - Miami


Las caras de Miami son infinitas. A las atracciones turísticas o residenciales se ha unido la curiosa del descanso no eterno, sino temporal, por razones políticas. Las familias deciden por los muertos su lugar de reposo, que parece solo provisional. Dos casos emblemáticos se han repetido en los últimos días, aunque con matices distintos.

Más de seis meses después de su fallecimiento a causa de un infarto el 25 de diciembre de 2010, el expresidente venezolano Carlos Andrés Pérez (CAP) fue enterrado temporalmente por orden judicial en una cripta del Flagler Memorial Park, uno de los cementerios más antiguos de la ciudad. El 8 de agosto, salvo que antes las dos ramas enfrentadas de su familia lleguen a un acuerdo, se celebrará un juicio para decidir su lugar de reposo definitivo.

Durante todo ese tiempo, en lo que ha supuesto un caso insólito de discusión post mortem, el cuerpo de CAP había permanecido en una cámara frigorífica de una funeraria mientras sus dos familias discutían en los tribunales sobre el destino de sus restos. El juez decidió que era impropia la permanencia del cadáver en esas condiciones tanto tiempo.

Su viuda, Blanca Rodríguez -la esposa oficial - y sus tres hijas quieren que sea sepultado en Venezuela. Afirman tener pruebas de que ese era su deseo. Cecilia Matos, en cambio, la mujer con quien vivió los últimos años, y sus otras dos hijas, pretenden que permanezca en Miami. Sostienen que, aunque no lo dejó por escrito, les comentó reiteradas veces que en caso de fallecer no quería que lo llevaran a su país mientras Hugo Chávez estuviera en el poder.

Irónicamente, el mismo día del entierro temporal de CAP, Chávez, el hombre que dio un golpe de Estado contra él en 1992, anunciaba en La Habana el cáncer que padece, después de tres semanas de rumores sobre su enfermedad y con el cuadro de Simón Bolívar al fondo como si estuviera en Caracas.

La primera familia de CAP llegó al cementerio en dos lujosas limusinas, detalle excesivo que la prensa pudo constatar, aunque le fue prohibida la entrada. El juez que lleva el inusitado proceso accedió a la petición de privacidad por parte de la familia e impidió también que la treintena de asistentes llevaran cámaras o teléfonos móviles, pues en estos meses se han publicado en revistas y periódicos de Venezuela incluso imágenes de CAP con el ataúd abierto.

Solo habló esta vez la segunda familia. Cecilia Matos resumió: "Al fin podemos descansar de esta pesadilla". Pero calificó de indigna la sepultura, pues el ataúd fue colocado en un nicho muy alto. "[Es] una ridiculez donde lo pusieron, allá arriba, encaramado como un pájaro", comentó.

Sus dos hijas imploraron por la buena voluntad de la otra parte para terminar el tormentoso litigio y afirmaron que aspiran a celebrar un entierro en Miami al nivel del hombre que presidió Venezuela entre 1974 y 1979 y de nuevo entre 1989 y 1993. "Mi papá tiene que descansar en paz. Ya esto llegó muy lejos", dijo una de ellas, Cecilia Victoria.

Pero el abogado de la primera familia afirmó que no está dicha la última palabra. Miami puede ser solo unas semanas más el lugar del descanso terrenal de los restos de CAP.

Apenas cinco días antes del sepelio provisional del exmandatario venezolano, las cenizas del disidente cubano Orlando Zapata, fallecido en La Habana tras una huelga de hambre el 23 de febrero de 2010, fueron depositadas en el Mausoleo de la Brigada de Asalto 2506. Fue en otro cementerio de Miami, donde se encuentra uno de los centros emblemáticos del exilio, que conmemora la fracasada invasión de Bahía de Cochinos en 1961, dos años después del triunfo de la revolución.

Su madre, Reina Luisa Tamayo, había mostrado su deseo de que los restos de su hijo, un humilde albañil de 42 años cuya muerte fue la última gran carga de profundidad para el castrismo, reposaran en tierra de libertad. Decidió hacer el recorrido inverso al de muchos familiares de cubanos fallecidos en el exilio, que al margen de la política llevan las cenizas de sus seres queridos a la tierra que les vio nacer.

"Mientras Cuba no sea libre, mi hijo no regresará", comentó Tamayo, que salió de la isla el 9 de junio hacia Miami con su marido, otros cuatro hijos y siete familiares más. Fue tras una nueva mediación de la Iglesia cubana con el Gobierno de Estados Unidos y el de Cuba, que le había ofrecido ya en octubre de 2010 a Reina Luisa, de 62 años, la salida del país. Ella exigió llevarse a Estados Unidos las cenizas de su hijo, sepultado inicialmente en su pueblo natal, Banes, unos 800 kilómetros al este de La Habana.

La condena mundial tras la muerte de Zapata y las continuas denuncias de una madre encorajinada, que siguió sufriendo los típicos actos de repudio por su defensa de la libertad y los derechos humanos, se habían convertido en un espinoso asunto para el régimen de Raúl Castro. Y ante casos así, la solución revolucionaria es la cárcel, lo que en este caso suponía una publicidad aún peor, o el exilio pactado.

Dos días después de su llegada a Estados Unidos, Reina Luisa llevó las cenizas de su hijo a un teatro, donde se les dio una multitudinaria bienvenida y un sentido homenaje de la comunidad cubana, en el que participó incluso el alcalde de Miami, Tomás Regalado.

Dos semanas después, en el acto de dejar en el mausoleo las cenizas de Orlando, al que se nombró miembro honorario de la Brigada, Tamayo volvió a clamar por la libertad de Cuba. "No nos podrán pisotear jamás", dijo en el ambiente más contrarrevolucionario que podía soñar ante representantes de las fuerzas vivas del exilio.

Las mismas que siguen también en estado provisional, en espera temporal, desde hace ya más de 52 años.

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