Una anciana de 96 años admite que en 1946 asesinó a un supuesto colaborador nazi que resultó ser un protector de judíos

65 años después, confiesa que mató a un «nazi» que no lo era Quizás es que la débil anciana Atie Visser, en una silla de ruedas y prácticamente sorda, se está preparando ya, a sus 96 años, para su muerte, o quizás es que hasta la fecha no ha tenido necesidad de confesar su “pecado”, pero lo cierto es que ahora, y sólo ahora, ha admitido el crimen que cometió hace 65 años.




Felix Gulje fue asesinado por «nazi» cuando era todo lo contrario

E.V. Felix Gulje era en 1946 el responsable de una empresa de construcción de Leiden, a 30 kilómetros de Amsterdam. Pero, muy a su pesar, los rumores y varias informaciones que circulaban entre la resistencia holandesa le señalaban como un colaborador del ocupante nazi recién retirado.

Ese convencimiento fue el que llevó a Atie Visser, 31 años en aquel entonces, a tocar el timbre de su casa en la noche del 1 de marzo. Pero no fue Felix quien abrió la puerta, sino su esposa. “Busco a su marido para darle una carta”, explicó Atie. Cuando el empresario bajó, le disparó en el pecho y huyó a la carrera.

Felix Gulje falleció en una ambulancia camino del hospital. Visser, miembro de la resistencia holandesa entre 1940 y 1945, se escondió convencida de que había vengado la muerte de tantos compatriotas inocentes. Al fin y al cabo, Gulje había colaborado con la autoridad alemana, su empresa había hecho regularmente negocios con el enemigo y muchos de sus empleados tenían el carné nazi.

De hecho, Gulje había sido arrestado tras la guerra para dar cuenta de todas estas sospechas, pero fue puesto en libertad por falta de pruebas.

Ayudó a los judíos y a una asociación católica
El problema surge con las revelaciones que se hicieron después de su muerte: en realidad Gulje se había jugado la vida escondiendo a varios judíos en su casa y había ayudado a otros a ocultarse con otras familias. Además, había prestado su vivienda para que una asociación católica prohibida celebrara reuniones secretas.

Ajena a todo, Visser se marchó a Indonesia, donde se casó con Herman Ridder, con quien pasó también una temporada en España. De vuelta a casa, y ya en la recta final de su vida, decidió hacer público su secreto.

El perdón de los nietos
Según explicó el jefe de Policía de Leiden, Henri Lenferink, el pasado 1 de enero recibió en comisaría una carta firmada por una mujer identificada como Atie Ridder-Visser y que se confesaba autora del asesinato de Gulje en la creencia equivocada de que se trataba de un colaborador nazi.

Después de consultar los archivos y entrevistarse en dos ocasiones con ella, los agentes se convencieron de que la historia era real. La mujer pidió reunirse con dos nietos de la víctima para explicarles qué es lo que ocurrió y por qué lo hizo.

Pese a que, como reconoce el comisario Lenferink, “incluso después de 65 años este asesinato debe ser condenado, porque es inaceptable”, Ridder-Visser no podrá ser juzgada. “Hoy es una mujer muy mayor y muy frágil que apenas oye, discapacitada y que necesita ayuda”, concluye el jefe de Policía.

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