El asesinato por venganza de Osama bin Laden
Quizá el asesinato fue percibido como un "acto de venganza", como señala Robertson. Cualquiera que fuera el motivo, no pudo haber sido seguridad
El ataque del 1° de mayo de Estados Unidos contra el complejo de Osama bin Laden violó múltiples normas elementales de ley internacional, empezando con la invasión del territorio paquistaní.
Al parecer, no hubo intento alguno de aprehender a la víctima desarmada, como pudieron hacerlo los 79 comandos que prácticamente no encontraron oposición en el ataque.
El presidente Obama anunció que "se ha hecho justicia". Muchos no estuvieron de acuerdo -ni siquiera aliados cercanos de Estados Unidos.
El abogado británico Geoffrey Robertson, quien en términos generales aprobó la operación, describió la aseveración de Obama como "absurda", algo que debería haber sido obvio para quien fue profesor de Ley Constitucional.
La ley paquistaní e internacional exige una investigación "cuando ocurra una muerte violenta como consecuencia de acción gubernamental o policial", señala Robertson. Obama impidió que eso ocurriera con una "apresurada 'sepultura en el mar' sin un examen post mortem, como lo exige la ley".
"No siempre ha sido así", Robertson nos recuerda. "Cuando llegó el momento para decidir sobre la suerte de hombres mucho más malvados que Osama bin Laden -o sea, los líderes nazis-, el Gobierno británico quería que fueran ahorcados seis horas después de su captura.
"El presidente Truman se mostró renuente, citando el dictamen del juez Robert Jackson (principal fiscal en el juicio de Nuremberg) de que la ejecución sumaria "no sería aceptada por la conciencia estadounidense, no podría ser recordada con orgullo por nuestros hijos... La única ruta es determinar la inocencia o culpa de los acusados después de una audiencia tan desapasionada como lo permitan los tiempos y con base en un registro que deje en claro nuestras razones y motivos".
Otra perspectiva sobre el ataque proviene de The Atlantic, por el veterano corresponsal militar y del Oriente Medio Yochi Dreazen y sus colegas. Citando a un "alto funcionario militar de Estados Unidos" llegan a la conclusión de que la muerte de Bin Laden fue un asesinato planeado.
"Para muchos en el Pentágono y la Agencia Central de Inteligencia que habían pasado casi una década a la caza de Bin Laden, matar al militante era un acto de venganza necesario y justificado", escriben.
Además, "capturar vivo a Bin Laden también hubiera planteado una amplia gama de molestos retos políticos y legales a la administración".
Citan al ex canciller de Alemania Occidental, Helmut Schmidt, quien comentó que "el ataque de Estados Unidos fue 'muy claramente una violación de la ley internacional' y que Bin Laden debió haber sido detenido y sometido a juicio".
Los autores contrastan las declaraciones de Schmidt con las del procurador general de EEUU, Eric Holder, quien "defendió la decisión de matar a Bin Laden aunque él no planteaba una amenaza inmediata a los Seal de la Armada", y testificaron ante el Congreso que el ataque había sido 'legal, legítimo y apropiado en todos sentidos'".
Observan, adicionalmente, que el asesinato es "la ilustración más clara hasta la fecha" de un diferencia crucial entre las políticas antiterroristas de Bush y Obama. Bush capturaba a los sospechosos y los enviaba a Guantánamo y otros campos, con consecuencias ahora bien conocidas. La política de Obama es matar a los sospechosos (junto con el "daño colateral").
Las raíces del asesinato por venganza son profundas. En los días inmediatos posteriores al 9/11, el deseo estadounidense por la venganza desplazó cualquier preocupación por la ley o la seguridad.
En su libro The Far Enemy, Fawaz Gerges, destacado académico especializado en el movimiento yihad, encontró que "la respuesta dominante de los yihadistas al 11 de septiembre es un rechazo explícito de Al Qaeda y de una internacionalización de la yihad... Al Qaeda unió todas las fuerzas sociales (en el mundo árabe) contra la yihad global".
El influyente clérigo libanés jeque Mohammed Hussein Fadlallah, condenó severamente las atrocidades cometidas por Al Qaeda el 9/11 sobre la base de principios: "No debemos castigar a individuos que no tienen relación con la administración estadounidense o incluso a aquellos que tienen un papel indirecto", dijo.
Fadlallah fue el blanco de una operación organizada por la CIA en 1985, cuando un enorme camión-bomba fue colocado fuera de una mezquita. Él escapó con vida, pero 80 personas murieron, en su mayor parte niñas y mujeres, cuando salían de la mezquita -uno de esos innumerables crímenes que no se registran en los anales del terror.
Acciones subsecuentes de Estados Unidos, particularmente la invasión de Irak, dieron nueva vida a Al Qaeda.
¿Cuáles son las consecuencias probables del asesinato de Bin Laden? Para el mundo árabe, probablemente significará muy poco. Desde tiempo atrás era una presencia que se estaba desvaneciendo, y en los meses pasados se vio eclipsado por la primavera árabe.
Una percepción más o menos general del mundo árabe se vio capturada en el titular de un diario libanés: La ejecución de Bin Laden: un arreglo de cuentas entre asesinos.
Las consecuencias más inmediatas y significativas probablemente se verán en Pakistán. Mucho se ha hablado acerca de la cólera de Washington porque Pakistán no entregó a Bin Laden. Menos se dice acerca de la furia en Pakistán ante el hecho de que Estados Unidos haya invadido su territorio para llevar a cabo un asesinato político.
Pakistán es el país más peligroso en la Tierra, con el arsenal nuclear de más rápido crecimiento. El asesinato por venganza en tierra paquistaní sólo alimentó el fervor antiestadounidense que había estado creciendo desde antes.
En su nuevo libro, Pakistan: A Hard Country, Anatol Lieven escribe que "si los estadounidenses alguna vez ponen a los soldados paquistaníes en una posición en la que sientan que el honor y el patriotismo les piden que combatan contra Estados Unidos, muchos se sentirían contentos de hacerlo".
Y si Pakistán se desplomara, "un resultado absolutamente inevitable sería el flujo de grandes números de altamente adiestrados ex soldados, entre ellos expertos en explosivos e ingenieros, hacia los grupos extremistas".
La amenaza primaria es la filtración de materiales fisionables hacia manos yihadistas, una posibilidad horrenda.
Los militares paquistaníes ya han sido presionados hasta el borde por los ataques estadounidenses a la soberanía paquistaní. Un factor son los ataques de aviones no tripulados que Obama incrementó marcadamente inmediatamente después de la muerte de Bin Laden, arrojando sal en las heridas.
Pero hay mucho más, incluyendo la demanda de que los militares paquistaníes cooperen en la guerra de Estados Unidos contra los talibanes afganos. La abrumadora mayoría de los paquistaníes ven al talibán como una fuerza que libra una guerra justa de resistencia contra un ejército invasor, dice Lieven.
La muerte de Bin Laden pudo haber sido la chispa que hiciera estallar una conflagración, con desastrosas consecuencias, particularmente si la fuerza invasora se hubiera visto obligada a salir combatiendo, como se había anticipado.
Quizá el asesinato fue percibido como un "acto de venganza", como señala Robertson. Cualquiera que fuera el motivo, no pudo haber sido seguridad.
© 2011 Noam Chomsky
Distribuido por The New York Times Syndicate
El libro más reciente de Noam Chomsky, con la coautoría de Ilan Pappe, es "Gaza en Crisis". Chomsky es profesor emérito de Lingüística y Filosofía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, en Cambridge, Mass.
Alirio León
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