Un libro recoge el placer de matar de los soldados del Tercer Reich



En «Soldados», el historiador Sönke Neitzel y el psicólogo Harald Wetzer terminan con el mito de que el ejército alemán había tenido un papel respetable en la II Guerra Mundial



RODRIGO ZULETA (EFE) / BERLÍN

AP .Una exposición marca el 50 aniversario del juicio al teniente coronel de las SS Adolf Eichmann, responsable de la solución final El historiador Sönke Neitzel y el psicólogo Harald Wetzer tienen otra mirada sobre los horrores de la II Guerra Mundial: analizan la morbosa fascinación por la confrontación bélica que se apoderó de muchos soldados alemanes.

En el libro "Soldaten" (Soldados), Neitzel y Wetzer terminan con el mito de que el ejército alemán había tenido un papel respetable en la II Guerra Mundial y de que no había sido cómplice directo de los crímenes del nacionalsocialismo, en contraste con las unidades especiales de las SS.

Ese mito ya se había resquebrajado con la célebre exposición "Vernichtungskrieg. Verbrecher der Wehrmacht" (Guerra de Exterminio. Crímenes del ejército alemán) que recorrió Alemania entre 1995 y 1999, y que en algunas ciudades generó protestas.

Los testimonios de soldados alemanes recogidos por Nietzel y Wetzer no dejan lugar a dudas de que matar y saquear no les producía ningún problema ético y, además, les generaba placer.

El placer de matar
Esas declaraciones directas y desgarradas las encontró Neitzel en archivos británicos y estadounidenses a los que accedió cuando efectuaba una investigación sobre la guerra en el Atlántico.

Se trata de transcripciones de conversaciones entre soldados alemanes en cautiverio en las que no ocultan el placer que sintieron al matar, y que fueron grabadas sin que lo supieran y con el fin de obtener información militarmente relevante.

"El segundo día de la guerra de Polonia tuve que lanzar bombas sobre una estación en Posen. No me gustó. El segundo día me dio igual, y al cuarto, ya me gustaba", dijo un soldado en una conversación grabada el 30 de abril de 1940.

Y agregó: "Nuestra diversión matutina era cazar soldados enemigos a través de los campos con ametralladoras y dejarlos tendidos con un par de balas en la espalda".

Otro, al describir un bombardeo en el que los caballos "saltaron por los aires", dijo que le daban lástima, pero no la gente.

«Los caballos me daban pena, la gente no»
"Los caballos me daban lástima, la gente no. Los caballos me dieron lástima hasta el último día", explicó a uno de sus compañeros de cautiverio.


El Holocausto, por contra, aparece con relativa poca frecuencia en esas conversaciones, una circunstancia que los autores del libro atribuyen a que para los soldados no se trataba de algo especial.

Cuando abordan el tema queda claro que están al tanto de lo que ocurría, e incluso uno de los soldados le cuenta a otro cómo un oficial de las SS le invitó a presenciar y filmar un fusilamiento masivo de judíos diciéndole que, si no tenía tiempo por la mañana, podría organizarle otro por la tarde.

"El exterminio de los judíos forma parte de lo que sabían los soldados y en mayor grado de lo que las últimas investigaciones sobre el tema podían hacer pensar", afirman los autores del libro.

Cartas desde el frente


La espontaneidad y la sinceridad son el gran valor de estas conversaciones frente a los testimonios directos de soldados que participaron en la II Guerra Mundial, pues generalmente maquillan sus verdaderas sensaciones.

Las cartas desde el frente eran, por así decirlo, una versión de la guerra destinada sólo al consumo familiar que naturalmente ocultaba muchas cosas.

Las memorias de veteranos de la II Guerra Mundial presentan, por último, el problema de la deformación de los recuerdos, a veces involuntaria, que suele darse con el paso del tiempo, sumada a la necesidad de los autores de presentar una imagen respetable.

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