Mostrar lo indecible: el impactante filme sobre el juicio de Nüremberg

Beatriz Sarlo y la hija del director hablaron sobre el valor y el peso de las imágenes.

Por ADRIANA CARRASCO, ESPECIAL PARA CLARIN


Las imágenes de la infamia caen como fotografías en un expediente judicial. En blanco y negro. Los prisioneros de los campos de exterminio, los prisioneros de guerra, los bombardeos, la destrucción de la vieja Europa. Caen las imágenes y se pegan con los alegatos de los criminales de guerra, la interpelación de los fiscales de las cuatro potencias vencedoras en 1945 y la sentencia final de los jueces: "Muerte en la horca" .
De hecho, aquellas imágenes tuvieron valor probatorio y derivaron en condenas. Los títulos del final pasan lentamente. El aplauso del público se demora. Domingo a la noche, acaban de proyectar El juicio de Nüremberg en el auditorio de la Fundación Proa, en La Boca. Una de las cuatro funciones del documental, programadas allí en el marco del Bafici.Auditorio lleno y encuentro con la directora de la restauración, Sandra Schulberg, moderado por Beatriz Sarlo. Antes de eso, se impone contar la historia de esta película.
El filme original fue dirigido por Stuart Schulberg, padre de Sandra, en 1948. Era el documental de propaganda encargado por las autoridades estadounidenses para la campaña de desnazificación en Alemania y sólo fue exhibido en aquel país. No pasó a las salas de Estados Unidos porque uno de los fiscales era soviético. Es decir, la Guerra Fría terminó por congelar este celuloide y por llevarlo, desguazado, a unas cajas finalmente arrumbadas en un placard de los Schulberg, en Nueva York.Stuart Schulberg murió en 1979. Recién en 2003 Sandra, acomodando placares, se topó con los positivos del filme. Criada en Francia y en Alemania, ya en aquel momento era una reconocida productora de largometrajes independientes. En ese papel, decidió que había llegado la hora del estreno mundial de la vieja película en blanco y negro. Aunque sería necesario restaurarla, porque estaba considerablemente estropeada. Manos sobre el negativo y première exitosa en la versión 2010 del Festival de Berlín.Regreso a Proa. Sarlo rompe el estupor de la sala -las imágenes no contribuyeron al aplauso habitual en estas ocasiones- para destacar justo eso: la potencia de lo que se vio. Desde el público silencioso podría leerse algo así como la conservación de la potencia de lo sagrado , de lo que no debe ser profanado. Y sin embargo las imágenes se muestran en el filme, aunque con pudor, como prueba jurídico-documental de lo indecible . Se muestran.El gran tema que pone sobre la mesa la ensayista argentina es la pregunta de Susan Sontag sobre si las imágenes de la tragedia se gastan o no, y su afirmación en el libro Ante el horror de los demás : lo importante no es la respuesta a la pregunta, lo importante es tener esas imágenes. Y surge la inquietud por los que ven por primera vez la reproducción cinematográfica del horror. "Estas son imágenes que mi generación conoce bien, pero para alguien de 15 años que las ve por primera vez, tienen la misma novedad que cuando se difundieron entre los alemanes, y a ellos les resultaba difícil creer que eso hubiera ocurrido allí nomás", toma partido Sarlo, confirmando el valor de la prueba documental , aunque sin criticar la estética negativista, basada en la prohibición de mostrar las imágenes del horror. "Es una discusión abierta", subraya.Queda espacio para una intervención de Sandra Schulberg, que señala el carácter antibélico de la película. Según ella, los acusadores pusieron el acento en la guerra y la ruptura de los tratados internacionales como condición de posibilidad de los más atroces crímenes. "Es la guerra la que permite que se cometan crímenes masivos contra la población civil", enfatiza. Y destaca que no fue casual que el filme terminara con estas palabras del fiscal estadounidense, Robert Jackson: "Que Nüremberg sirva de advertencia a todos los que planean y lanzan una guerra agresiva". La película también descubre una herida que al terminar la guerra comenzaba a des-suturarse . La sutura había sido provisoria y anticipaba la Guerra Fría. "Las imágenes llevan las heridas del momento en que son montadas y editadas. Y en esta película hay una cicatriz pequeña de la historia. Hay dos planos breves, uno dedicado a la firma del pacto de Munich y otro al Molotov-Von Ribbentrop. No se dice quién firmó el pacto de Munich, dado que lo hizo Gran Bretaña. Sí se explicita que el de Molotov-Von Ribbentrop lo firmó la Unión Soviética. Esas son heridas que uno aprende a leer. Por eso las imágenes tienen su aura, porque le permiten a uno ver esas cosas", destaca Sarlo. Termina la defensa de la imagen, el silencio en la sala no se disipa.
Alirio León
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