La bronca del padre de la web



Por: Tom C. Avendaño

Tim Berners-Lee estaba al borde de los 30 años el día que nació Mark Zuckerberg. Podría ser su padre biológico. O cibernético: Sir Berners-Lee, el creador de Internet, fue quien ideó, en 1989, una red que conectara un ordenador con otro a través de enlaces dentro de textos. Una generación más tarde, esa idea -convertida en una cosa de uso común llamada Internet- devenía en la revolución 2.0: la proliferación de redes sociales de la que, como creador de Facebook, Zuckeberg es el mayor exponente.

De ahí que la muy pública desaprobación con la que Berners-Lee habla hoy del estado de la Red tenga un deje de decepción paterna, de fallido atavismo. “Twitter parece más bien diseñado para propagar opiniones extremas que para el debate amplio que debería ser Internet”, se lamentaba la semana pasada en una conferencia en Oxford. “Y Facebook nos conecta con amigos de amigos en un fardo muy cerrado. Pero no ha revolucionado la forma en la que conocemos gente nueva, que es lo que permite la Red”.
.“El reto sería coger a un geek londinense que habla inglés y al que le guste la pesca, y presentárselo a alguien que sea igual pero que prefiera el esquí. A ver cómo le galvaniza el encuentro”, propuso. “El reto sería hacer que Internet rompiera fronteras”.

¿Son las redes sociales un impedimento para la comunicación transversal entre comunidades de gente?

Facebook se basa en los intereses del usuario y de los amigos de sus amigos para sugerir amistades. Twitter recomienda al usuario a quien siga a la mismas cuentas que él. Otras redes, como FourSquare o Badoo, se basan en la cercanía geográfica. Y, por definición, no aceptan el contacto con gente de fuera.

“Las redes sociales de hoy recuerdan esos oscuros días de mensajería cerrada de principios de la Red, cuando tenías que ser usuario de MCI para recibir correos de MCI”, explica Sam Dean, programador y editor de Ostatic. “Por ahora su impresionante número de usuarios justifica esta medida, pero llegará el día en que se vayan a otro sitio. Piensa en MySpace. ¿Y entonces qué sentido tendrán?”.

¿No será, como suele pasarle a los padres, demasiado pronto para pedirle cuentas a un fenómeno cuyos efectos sólo conocemos a corto plazo?

Martha Field, encargada de gestionar las relaciones de la agencia Thomson Reuters con otras comunidades, nos cuenta que su trabajo ha mejorado con las redes sociales. “Pongamos que estoy en dos redes: una sobre comunidades y otra sobre teatro. Con el tiempo, acabaré compartiendo noticias de una en la otra”, explica. “La gente es gente. Y las relaciones tienden a fortalecerse con el tiempo. La gente se hace más multidimensional. Sólo hace falta tiempo”.

Hará falta tiempo también para determinar si Berners-Lee es el "visionario adelantado" o el "hombre desconectado de la realidad de su propio invento" que se llama en Internet tras declaraciones como éstas. Aunque cabe la posibilidad de que solo esté ejerciendo el papel de padre que orienta sin intervenir.


Mientras gurús y advenedizos se apoyan en la tecnología para definir y redefinir lo que será la web 3.0 (que, por ahora, es más un contenedor de vaticinios que un objetivo real: aparte de la relativamente popular acepción de "red de inteligencia artificial en la que los ordenadores podrán interpretar los contenidos", hay muchas otras apuestas como un meta-universo que aúne la interacción real con la cibernética) en función de la posibilidades tecnológicas, es posible que él solo esté apuntando a un camino por la vía idealista.

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