¿Comunismo 2.0?
¿Cuántas canciones son bajadas cada día de Internet? ¿Y películas? La cantidad de descargas que se hacen a diario de la Web es infinita. Y no sólo hablo de canciones o videos. ¿Cuántas veces nos valemos de un “copiar-pegar” para quedarnos con algún texto o imagen?
Cada vez que entramos en Internet hacemos uso de todo tipo de contenidos que no fueron generados por nosotros. Al mismo tiempo, si subimos, por ejemplo, un álbum de fotos a Facebook o creamos una entrada en un blog, sabemos que cualquier persona que tenga acceso a Internet puede muy fácilmente disponer de cuanto material hayamos dejado en nuestro paso por la red con no mucho más de dos clicks.
Ciertamente, Internet y su funcionamiento basado en la filosofía cibernética del “Uno para todos y todos para uno” se asemejan mucho al sistema comunista que imaginó Karl Marx en 1848.
Un mundo que es propiedad de todos
Uno de los principales postulados del comunismo, tal como se enunciaba en el Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, es la abolición de la propiedad privada. Esto se ajusta perfectamente a la realidad del ciberespacio: parece que la única regla que existe en la era 2.0 es “Si está en la Web, es de todos”. Internet nos da la posibilidad de compartir absolutamente todo con millones de usuarios alrededor del mundo. Compartir es la ley y también el delito.
De hecho, cada vez que subimos algo a Internet firmamos una especie pacto de cesión de derechos, escondido bajo algún nombre como “Términos y condiciones de uso”, “Declaración de derechos y responsabilidades” o “Política de privacidad”, en el que nos atenemos a las consecuencias que pueda tener nuestra participación en el sitio al que entramos o en la cuenta que creamos. ¿Cuántos de nosotros nos tomamos la molestia de leer siquiera una de las cláusulas que componen estos contratos? Yo no. Nunca lo hice. Lo más frecuente es que simplemente tildemos la casilla que dice: “He leído y acepto las condiciones” y procedamos a publicar el video o artículo que habíamos preparado.
Este mundo compartido tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Si bien podemos aprender a movernos en la “aldea global” para preservar aquello que queramos mantener en privado, hay muchas maneras de quebrantar las débiles barreras de protección que nos proveen plataformas como Twitter, YouTube o Blogspot. Nunca podemos asegurarnos de que nuestras cosas se mantengan 100% en privado. Pero probablemente más de una vez a nosotros también nos convenga que los contenidos de los demás estén a nuestra disposición. Es un dar para recibir.
Un mundo de otra clase
Otra de las propiedades de la World Wide Web (WWW) que podría ser la concreción del sueño de Marx es la eliminación de las distinciones de clase. En la Web todos somos iguales. No hay necesidad de explicar de dónde proviene cada uno, qué realidad económica atraviesa o qué color de piel tiene. Incluso existen sitios como Second Life en los que el usuario puede crearse una nueva identidad, que no tenga ningún punto de contacto con la verdadera.
Evidentemente, esta idea es atractiva para un número cada vez más alto de personas. Según datos publicados en el blog de Linden Lab, la compañía creadora de Second Life, 826.214 usuarios se conectaron al sitio en Marzo de este año, un 13% más que en Marzo de 2009 y un 7% más que Diciembre de 2009. Second Life cuenta con más de 15 millones de personas registradas.
¿Un mundo…
¿Quién dijo que la propuesta de Marx era irrealizable? ¿Estarán él y Engels regodeándose en sus tumbas ante la evidencia de que sus sueños no eran una utopía? Pareciera, con estas afirmaciones, que Internet no es nada más ni nada menos que una realidad paralela en la que los internautas se rigen por las normas del comunismo. ¿Quién hubiera dicho que el PC (Partido Comunista) y la PC (computadora personal) tendrían tanto que ver algún día? La Web, aparentemente, se asemeja a un gran koljós, una de las granjas de explotación colectiva que implementó Stalin en la Unión Soviética; un lugar en donde todos somos proletarios compartiendo nuestras posesiones y creaciones.
Sin embargo… Alto. ¿Es tan así? Es cierto, en Internet no hay división de clases ni tampoco hay mucha valoración de la propiedad privada. Pero hay una característica que posee Internet que nunca encajaría en un sistema comunista: la libertad de expresión. Las regulaciones en cuanto a lo que puede decirse o no en la red son prácticamente inexistentes. No hay límites para el uso que cada uno quiera hacer de sus opiniones, ni hay restricciones en cuanto a las formas en las que éstas se pueden difundir.
Además, convengamos que Internet es una invención del sistema capitalista y constituye para muchísima gente un negocio muy lucrativo. Empresas multinacionales como Google, que surgieron gracias a la creación de la WWW, son emblemas del capitalismo y de la cantidad de dinero que mueve este sistema.
…feliz?
¿Entonces? ¿En qué quedamos? ¿Internet se rige por un sistema comunista o capitalista? Es difícil saberlo, pero puedo aventurar que quizá constituya la perfecta fusión de ambos sistemas, la mejor aplicación posible de ambas ideologías en conjunto. ¿Habrán imaginado alguna vez Karl Marx o Adam Smith que algo así sería posible? Creo que a nadie se le podría haber ocurrido jamás que en un ámbito tan caótico, abierto y desregulado como Internet podrían encontrarse en comunión estas dos concepciones del mundo que llevan en pugna tantos años de nuestra historia y que parecían, hasta hace unos años, absolutamente incompatibles.
EL PENSADERO
Por Candelaria Palacios
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